Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa al periodo histórico comprendido entre la Revolución y la actualidad.
Comprende un total de 226 años, entre 1789 y el presente. En este período, la humanidad
experimentó una transición demográfica,
concluida para las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún
en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y los países recientemente industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los límites que le imponía
históricamente la naturaleza,
consiguiendo la generalización del consumo de todo tipo de productos, servicios y
recursos naturales que han elevado para una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero que
han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteadas para el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por
transformaciones aceleradas en la economía, la sociedad y la tecnología que han
merecido el nombre de Revolución industrial, al
tiempo que se destruía la sociedad y
se construía una sociedad de clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus
antagonistas tradicionales (los privilegiados) y el
nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento), en nombre del cual se
plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más
espectaculares fueron incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así
como las mutaciones del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.
La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario
desarrollo y fecundidad; mientras que el arte contemporáneo y la literatura
contemporánea (liberados
por el romanticismo de las sujeciones académicas y abiertos a
un público y un mercado cada vez más amplios) se han visto
sometidos al impacto de los nuevos medios (tanto
los escritos como los audiovisuales), lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comenzó con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado.
En cada uno de los planos
principales del devenir histórico (económico, social y político), puede cuestionarse si la Edad Contemporánea
es una superación de las fuerzas rectoras de la modernidad o más bien significa el periodo en que
triunfan y alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas económicas y
sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las
entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado